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Por: Sofía MG
Capítulo 1

Adam estaba fumando en algún lugar de la casa.

No era una sorpresa que se escabullera a mitad de la fiesta, sabía que yo odiaba verlo haciendo eso, así que prefería hacerlo fuera de mi vista para evitar peleas. Según él, necesitaba hacerlo después de cada presentación para continuar con energía y lo cierto es que ya no me importaba demasiado, lo que me molestaba era que si no aparecia debía conseguir a alguien lo suficientemente sobrio que pudiera llevarme a casa.

O podría llamar a Ben. Esa sería la opción más responsable, pero eso solo le daría más razones para odiar a Adam y sinceramente, no quería que siguiera metiéndose en mi vida. Mi hermano podía ser un gran fastidio cuando se lo proponía.

Caminé entre la multitud, intentando distinguir a alguien conocido, pero no reconocí más que a Leena, la baterista de la banda, vomitando en la esquina de la sala.

No sabía de quién demonios era la casa, pero sentí lástima por quien tuviera que limpiarlo.

-¡Quinny!

Escuché que gritaban mi nombre, así que busqué entre las personas hasta que encontré a Gabriel, el bajista de la banda de Adam, tenía el cabello enmarañado, como si alguien se lo hubiera revuelto salvajemente. Él me hizo una seña para que me acercara y así lo hice.

--¡Adam te está buscando! – me gritó en el oído para que pudiera escucharlo con todo ese ruido. – ¡Ha salido al jardín para ver si estabas allí!

Aquello se me hizo extraño. Adam sabía exactamente dónde estaba yo, me había dicho que lo esperara en el sofá mientras él volvía. Cosa que no había hecho.

Aun así, asentí al chico. - ¡Gracias, Gabriel! – dije. – ¡Ah, y, por cierto, mi nombre es Quinn, no Quinny!

--Lo sé. –respondió guiñándome un ojo. – Pero me gusta más Quinny.

Aquello me irritó un poco, pero generalmente Gabriel era agradable, así que decidí no darle importancia.

Me dirigí a los jardines de inmediato, el cambio de temperatura al no tener tantos cuerpos sudorosos en el mismo lugar fue un alivio. Afuera había unas cuantas parejas escondidas en la oscuridad.

Agudice mi vista para poder distinguir a Adam cerca de la piscina.

No estaba solo.

Había una chica rodeándole el cuello en un muy comprometedor abrazo. Él tenía una mano enrollada en su cintura. Respiré profundamente varias veces, hoy iba a ser una noche interesante.

Caminé directamente hacia ellos. Adam fue el primero en verme y se apresuró a alejar a la chica, quien parecía bastante sorprendida por la inesperada reacción. Adam me examinó con ojos cautelosos. Estaba tratando de descubrir de qué humor estaba esa noche. No lo culpaba, al fin y al cabo, la última chica con la que lo había encontrado había terminado con un brazo roto.

En mi defensa, no había querido hacerle daño, lo único que hice fue darle un empujón, no era mi culpa que tuviera un mal equilibrio… y huesos frágiles.

--¿Estás ebrio? – fue lo primero que le pregunté cuando llegué e ignoré a la chica por completo.

-- Nena, - intentó hablar, aún no muy seguro de que yo no era una amenaza. – yo…

-- ¿Estás ebrio? – volví a preguntar.

Él negó con la cabeza y yo lo miré fijamente. Parecía que estaba diciendo la verdad.

--¿Quién es ella? – escuché que la chica preguntaba detrás de él. Su voz era chillona, y la molestia en su tono era bastante irritante.

-- ¿Me llevarás a casa? – le pregunté seriamente, ignorando de nuevo a la chica.

Él se tomó un momento, pero asintió y me tomó de la mano para sacarme de allí.

--¡Adam! – escuché a la chica protestar, pero ambos seguimos caminando, como si no estuviera allí.

Salimos de la casa y caminamos hacia el auto, tenía un convertible negro, gracias a la generosidad de su padre. Adam estaba tenso, pero no parecía muy preocupado y eso me enojó.

Guardé silencio el resto del viaje.

Adam era dos años mayor que yo. Nos habíamos conocido el año pasado en una fiesta cuando yo estaba pasando un tiempo fuera de la ciudad, en casa de mis tíos. Resultó que era de mi misma ciudad, pero iban a hacer algunas presentaciones por la zona. Me había quedado más tiempo de lo esperado, incluso había terminado el año escolar y había pasado el verano allí. Y ahora estaba de vuelta. No porque yo quisiera, sino porque mi madre insistió en que debía volver a casa.

--¿Vendrás conmigo mañana a casa de Rew? – preguntó de repente. – Vendrán unos amigos y vamos a ensayar las nuevas canciones.

--No lo sé, mañana es el primer día de escuela, no creo que pueda. – respondí.

-- Vamos, tal vez puedas escaparte un rato, así pasaríamos tiempo juntos.

Lo que de verdad quería decir esa oración era: Te ignoraré un rato por estar viendo como le rebotan las tetas a Leena mientras toca la batería, pero luego encontraremos un lugar para tener sexo sucio, y después de fumar un poco, te volveré a ignorar.

Yo suspiré, pero asentí. Al menos así no tendría que soportar los regaños de Ben o las preguntas de mamá.

--Bien, le diré a mi madre que debo hacer algún proyecto o algo así.

Cuando llegamos a mi casa, Adam apenas se detuvo lo suficiente para que pudiera bajarme del auto. A veces me daba la sensación de que solo estaba conmigo porque le gustaba cómo me veía a su lado, como si yo fuera algún tipo de accesorio que él podía lucir cuando le convenía. Sabía que debía terminar con él, que no estaba bien para mí... pero había algo en la manera en la que me miraba, especialmente cuando estaba sobrio, que me hacía sentir que tal vez no todo estaba tan jodido. Me aferraba a eso.

Subí las escaleras hacia mi cuarto con el ruido de la fiesta aún resonando en mis oídos, pero cuando cerré la puerta detrás de mí, el silencio se sintió abrumador. Volver al instituto después de todo lo que había pasado era como entrar en un campo de minas. No sabía si algún día lograría dejar atrás lo que había hecho, ni cómo podría afrontar las miradas y los susurros.

Esa noche no pude dormir. Después de dar vueltas en la cama durante varias horas, decidí levantarme antes de que amaneciera. Al mirar mi reflejo en el espejo, me detuve un momento. Mi pelo estaba alborotado y mis ojos estaban ligeramente enrojecidos por la falta de sueño. Pero este era mi primer día de regreso, y quería enfrentar todo con la cabeza en alto.

Me quedé frente al espejo un momento, evaluando la imagen que devolvía. Mi cabello, antes de un castaño suave y dócil, ahora era negro como la noche, lacio y cortado en capas que caían con un desorden estudiado. Decidí que no iba a mostrar ni un solo signo de debilidad. Después de todo, ¿qué podía hacerme daño ahora?

Mi reflejo mostraba una versión más fría, más dura de mí misma. Llevaba una chaqueta de cuero y un maquillaje oscuro que hacía que mis ojos se vieran aún más profundos y desafiantes. No era exactamente yo… pero tal vez esto era lo que necesitaba ser.

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