En la mañana Jeremith Rey ya se había levantado cuando oyó que abrieron la puerta de la pequeña habitación donde se encontraba.
La omega ingresó con la comida, y su hermano estaba alerta con un arma. Ella puso la bandeja en la mesa y en tono amable le dijo:
—Por favor no deseche la comida, debe alimentarse. —ÉL la observó y se rió mientras meneó la cabeza.
—¡Qué ironía, mis captores se preocupan por mi salud! ¿Cuánto les pagan por tenerme aquí encerrado. —La joven se sonrojó y se dirigió a la salida, Jeremith alzó la voz.
—¿Cuánto les paga mi tío? Yo puedo darles el doble o el triple. Tengo mucho más dinero que él. —Él hermano le dijo a la joven.
—Vámonos, ya sabes que no debes escucharlo.
Cuando quedó solo Je