— ¿ Qué tal si matas a uno de ellos?
Zafiro no podía creer lo que estaba escuchando. Había considerado al posibilidad en su cabeza un millón de veces, pero no tenía la fuerza para hacerlo. A pesar de todos lo abusos y el miedo, de todo el dolor, no podría jamás matar a nadie.
— Con uno de los dos muerto, preferiblemente Lorenzo, todo se sumiría en un caos horrendo y aprovechando ese caos podrías escapar sin nadie que te volviera a perseguir.
— Estás loca Jaqueline.
— No veo otra salida. Necesitas endurecerte, no eres ya esa niña indefensa que llegó a las puertas de mi burdel nerviosa y assutada, pidiendo trabajo para solventar los gastos médicos de tu madre enferma. Esa misma que luego Lorenzo asesinó a sangre fría sin consecuencia alguna.
Zafiro comenzó a llorar.
— Yo puedo ayudarte. Juntas podemos idear el plan perfecto para encargarnos de él.
— No, lo siento. Encontraré otra manera.
— No seas estúpida, no hay otra manera.
Zafiro colgó y se apoyó en la puerta de su negocio.