— No puedo creer que estés aquí ! — las gotas de agua se desprendieron de su cuerpo mojado mientras corría como un niño con los brazos abiertos hacia si padre.
— Llegué ayer en la noche. — dio un paso atrás rechazando el abrazo mojado de su hijo.
Las miradas se cruzaron transformando lo emotivo del momento en una palpable tensión.
— Veo que no estás solo.
— Sí, sí.— Tartamudeó Eduard. — No pretendía hacerlo de esta forma pero me gustaría presentarte a alguien.—
— ¡ Milena! — gritó volviéndose hacia la piscina. — Amor, ven aquí, me gustaría que conocieras a alguien.
El tiempo se fracturó para ella y aquel segundo en que escuchaba los pasos acercarse se hizo casi infinito, inescapable.
— Amor, ¿ no me escuchas?
Su rostro mojado disimulaba las lagrimas. y abrazando su propia cintura escondia el temblor de sus manos frágiles.
— Ven, no seas tímida... quiero que conozcas a mi padre. — Le ofreció una mano ayudándola a salir y poniendo con la otra una toalla alrederor de su c