Capítulo 7
Alicia y yo nos miramos, encogiéndonos de hombros con resignación.

Nos amarramos bien el equipaje al cuerpo, estiramos los músculos, buscamos el punto adecuado y nos preparamos para saltar.

Ricardo se alarmó.

—Esperen, ¿están locos? ¡La muralla tiene más de diez metros! ¿Van a saltar así nomás?

Lo miré con desprecio.

—¿No pensarás que a los miembros de nuestro escuadrón nos va a detener una muralla de apenas diez metros?

Decidimos saltar hacia el árbol junto a la muralla, y de ahí nos deslizaríamos hacia abajo.

Alicia y yo habíamos pasado por tantas batallas juntas. Una vez, rodeados por enemigos, tuvimos que saltar desde montañas nevadas de cientos de metros, cayendo de cabeza en montones de nieve, y solo nos hicimos heridas superficiales.

Esta altura era pan comido.

Pronto todo el escuadrón estaba abajo, solo quedaba yo. Me cargué el equipaje y me preparé para bajar, pero Ricardo me detuvo.

—Talia, espera, lo pensé mejor, antes tuve mala actitud. Cuando regrese, haré pública nuestra
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