Tan pronto como apareció Camila, Manuel corrió a sostenerla con expresión preocupada, quitándose inmediatamente su chaqueta para dársela.
Al mencionar a mi hermana, Manuel me miró instintivamente, con cierta consideración en sus ojos, pero en cuanto Camila puso su mano sobre la suya, lo olvidó todo.
—Su hermana y yo somos amigos de la infancia, ¡es normal que la ayude a disciplinar a su hermana! No puedo permitir que se desvíe del camino a tan temprana edad.
Me toqué la oreja, efectivamente estaba sangrando:
—¿En qué me he desviado? Hasta los criminales tienen derecho a defenderse, pero tú me has condenado directamente. Mi hermana nunca me ha golpeado, ¿y tú vienes a educarme? Manuel, ¿acaso no soy inocente?
Camila intercedió:
—Manuel, no culpo a Camila, solo creo que no debería haber publicado mis fotos en internet. Yo... yo...
—¿También publicaste sus fotos en internet? —Manuel me empujó con furia. Mi pie golpeó contra algo y grité de dolor, pero Manuel pareció volverse ciego y sordo