Al día siguiente, estaba probándome el vestido.
De repente, alguien empezó a gritar en la entrada:
—¡Amor, amor, ya llegué! ¡Liana, soy Manuel!
Me ayudaron a salir.
En la puerta estaba Manuel con traje formal, jazmines en una mano y un anillo en la otra, sonriéndome con rostro agotado.
—Amor, perdóname, fue mi culpa. No sabía que tu lesión en el pie era tan grave —dijo mirando mi tobillo —. Fui negligente. Camila y yo solo somos amigos ahora, nada más. Si no quieres, puedo no volver a verla nunca.
Me dejó sin palabras.
¿Solo amigos?
Todo el mundo sabía que Camila era su primer amor.
Originalmente estuvo conmigo por despecho, y ahora que les dejé el camino libre, ¿viene con esta declaración apasionada?
Manuel se arrodilló de repente, con expresión solemne.
—Amor, he sido un necio y te he hecho sufrir. Cásate conmigo. De ahora en adelante te protegeré bien, y no habrá otra mujer en mi vida excepto tú.
Abrió la caja del anillo.
Un diamante mediano con forma de flor de jazmín, justo como s