Capítulo 55. Dos días para la boda.
El tráfico no avanzaba, y Sebastián tamborileaba los dedos con impaciencia sobre el volante. El peluche azul descansaba en el asiento del copiloto como un testigo silencioso del huracán que lo habitaba en su interior. Hacía apenas un de horas que se había enterado de que era padre, y que había visto al menos a través de una pantalla… a él. Al niño, a su hijo.
Pero Melisa había escapado. Otra vez.
Lo peor no era la frustración. Era el pánico de haber estado tan cerca y no poder retenerla, no poder preguntarle todo lo que ardía en su pecho desde hacía cinco años.
Ahora, sin perder más tiempo, se dirigía al único lugar donde, tal vez, alguien podría saber algo sobre ella. Aunque lo odiaba. Aunque cada recuerdo con él oliera a traición debía hacerlo.
Aparcó frente al edificio y subió sin anunciarse. Ya en el ascensor, iba con los puños apretados, y el peluche ahora iba junto a él en el bolsillo de su chaqueta, como si no pudiera despegarse de ese muñeco.
Tocó la puerta tres veces, pero no