Gustavo y Carol - 34

Carol entró casi corriendo a la casa, subió las escaleras con grandes zancadas y se paró frente al despacho de Gustavo, deseosa de encontrarlo detrás de esa puerta amaderada. Sin embargo, al abrir él no estaba.

Martha, quien la había seguido de cerca, simplemente negó, dándole a entender que no lo encontraría en ese lugar.

—Está en su habitación, pero… —trato de advertirle, pero la joven ya había retomado su camino a pasos agigantados.

En cuestión de un par de minutos, Carol llegó a la habitación de Gustavo y luego de tomar una profunda inhalación, hizo girar el pomo de la puerta, encontrando el lugar completamente transformado. Había monitores de signos vitales, entre otros artefactos que parecían estar conectados a un Gustavo de ojos cerrados.

—¡Gustavo! —chilló Carol, temiendo lo peor y acortando la distancia en una fracción de segundo.

Los ojos del hombre se abrieron en el acto y su expresión fue de clara molestia cuando la vio de pie junto a su cama.

—¿Quién demonios te dejo
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