No sé cuánto tiempo estuve tendida en el suelo.
El dolor me invadió en oleadas incesantes y cada una era como si una daga de plata estuviera tallando mi alma.
El sudor frío me empapó el camisón de noche, y mi cuerpo temblaba incontrolablemente.
Era eso. El vínculo del compañero se estaba rompiendo para siempre.
Poco a poco, el dolor comenzó a disminuir.
Con un gran esfuerzo, me levanté, apoyándome en el marco de la cama para sentarme.
Lo peor ya había pasado.
Revisé mi teléfono y eran las tres de la tarde.
Quedaban doce horas para mi vuelo.
Justo cuando estaba a punto de levantarme, una señal de enlace mental desconocida irrumpió a través de mis escudos. No era de Rocco, sino de su Beta, Marcus.
—Alfa, tienes que regresar aquí para manejar la Oferta Pública de Venta. ¡Ahora mismo! —La voz ansiosa de Marcus resonó en mi cabeza.
Eso era raro. Marcus siempre era tan sereno. Debió haberse conectado conmigo por error.
—¡El Alfa Damon de la Manada Bosque Negro llega mañana! Si no aseguramos esta inversión, la empresa se derrumbará.
Damon.
Ese nombre me sacó de mi letargo.
Mi futuro esposo.
Al percibir el silencio inusual de mi parte, Marcus debió darse cuenta de su error.
—¿Luna?
—Siento mucho molestarte. No puedo contactar al Alfa, y es una verdadera emergencia...
—Está en el hospital —dije con calma—. Con Scarlett.
—¿Qué? ¿Ahora? —La voz de Marcus estaba llena de incredulidad—. La empresa está al borde de la quiebra, y él todavía...
—Deberías contactarlo directamente —dije, cortando el enlace.
Unos minutos después, sentí que Rocco aceptó un enlace de Marcus.
Su conversación llegó a mí en fragmentos. Nuestro vínculo de compañeros se estaba rompiendo, pero aún no lo había hecho del todo.
—Maldita sea, lo sé —dijo la voz exhausta de Rocco—. Dáme dos horas.
—Alfa, una cosa más. La Luna Caterina te envió una llamada de emergencia anoche. ¿No la recibiste?
Hubo una pausa en el otro extremo.
—No recibí ningún mensaje de emergencia —dijo Rocco fríamente—. Probablemente solo está actuando.
Así que él había recibido mi llamada de ayuda. Simplemente había elegido ignorarla.
Una carcajada llena de amargura se escapó de mis labios.
Abrí un enlace mental propio y me comuniqué directamente con Rocco.
—Será mejor tengas una buena explicación, Caterina —rugió—. ¿Por qué hiciste que atacaran a Scarlett?
Me quedé helada.
—¿Qué?
—No te hagas la inocente —gritó—. Es evidente que esos renegados iban tras Scar. Ya han confesado.
—Rocco, yo no...
—¡Ya basta! —me interrumpió—. Caterina, nunca pensé que fueras tan malvada. Los celos te han vuelto irreconocible.
—Te dije que no fui yo quien lo hizo —dije débilmente—. Me desmayé esta mañana. Te llamé para que me ayudaras. En serio pensé que me iba a morir.
—Deja de actuar —sonrió con desdén—. Estoy cansado de tus juegos, Caterina.
Cerré los ojos, y la última pizca de esperanza se apagó dentro de mí.
—Veámonos esta noche, a las ocho, debajo del laurel —dije, usando la última fuerza que me quedaba—. Terminemos esto donde comenzó.
—¿Terminar las cosas? —La voz de Rocco era burlona—. Caterina, ¿de verdad crees que puedes dejarme?
—Ven si quieres y si no, no. La elección es tuya.
—Iré —dijo y su tono se suavizó un poco al ver mi determinación—. Pero Caterina, sea cual sea este juego que estés jugando, podemos resolverlo...
—Rocco... el doctor dijo que necesito descansar. ¿Te quedarás conmigo? —La voz empalagosa de Scarlett interrumpió a su lado.
—Por supuesto, cariño. Ya vuelvo —murmuró, olvidándose por completo de que yo todavía estaba en el otro extremo del enlace mental.
Pasé las siguientes horas haciendo mis últimos preparativos.
Borré todos los contactos de mi teléfono que me conectaban con esa ciudad.
A las siete y media, saqué mi maleta de la puerta.
El aire de la noche era fresco, y la luna era redonda y brillante.
Al igual que la noche en que nos marcamos el uno al otro, seis años atrás.
Rocco ya estaba esperando debajo del laurel.
Su rostro cambió por completo en el momento que vio mi maleta.
—Caterina, ¿qué crees que estás haciendo?
—Despidiéndome —dije con tranquilidad.
—¿Despedirte? —se echó a reír con desdén—. ¿A dónde vas?
Yo no respondí. Solo saqué la Confirmación de Rechazo completada de mi bolso.
—Solo vine a entregarte esto —dije—. Y luego terminaremos.
Los ojos de Rocco se abrieron de par en par por el pánico al leer el título del documento.
—Caterina, ¿estás loca? Yo soy tu compañero y tu Alfa.
—Mi Alfa nunca habría ignorado mis llamadas de ayuda —dije, mirándolo directamente a los ojos—. Mi compañero nunca me habría tratado como una sustituta.
—Yo no...
—No —lo interrumpí—. Tú sabes exactamente lo que hiciste.
Rocco se quedó en silencio durante mucho tiempo antes de finalmente tomar el documento.
—¿Y qué harás si no firmo?
—Abrelo y verás, Rocco —dije con frialdad—. Ya lo firmaste.
—Lo que significa que terminamos.
Un último y desgarrador dolor se apoderó de mi pecho.
Y luego... nada. El vínculo se había ido.
Me di la vuelta, arrastrando mi maleta detrás de mí, y me fui hacia el aeropuerto sin mirar atrás.