Rocco llevó a Scarlett al penthouse.
La llave giró en la cerradura y la puerta se abrió.
Scarlett se precipitó hacia adentro, mientras sus tacones altos hacían un ruido seco en el piso de mármol italiano importado.
—¡Oh, mi Diosa, Rocco! ¡Es precioso! —Se arrojó sobre el sofá de cuero que costaba diez mil dólares—. ¡Finalmente puedo vivir aquí!
El salón estaba lleno de muebles que Caterina había elegido personalmente.
La vista desde el balcón abarcaba todo el cielo urbano.
—¿Vivir aquí? —Rocco se acercó a las ventanas panorámicas, mientras sus dedos recorrían el frío cristal. La extraña sonrisa en su rostro ensanchó—. Oh, Scarlett. Te has equivocado.
La sonrisa de Scarlett se congeló en su rostro.
—Este apartamento... Se lo regalaré a Caterina y a su nuevo Alfa, como regalo de boda.
La voz de Rocco era aterradoramente calmada.
—¿Qué? —Scarlett se levantó bruscamente del sofá—. ¿Estás loco?
—Estoy perfectamente cuerdo —dijo, volviéndose para mirarla, mientras su mirada recorría la decor