—¡Ayyy!
Un dolor más agudo que cualquier otro que hubiera conocido se apoderó de Rocco, como si una garra hubiera destrozado su alma.
Se levantó bruscamente de la silla al lado de la cama de Scarlett, agarrándose el pecho y jadeando.
—¿Rocco? ¿Qué te pasa? —Scarlett se sentó en la cama, con una voz llena de preocupación.
Ese dolor... no era normal.
No era un dolor sordo; era una herida devastadora.
Intentó contactar a Caterina a través de su enlace mental. Pero nada, solo hubo un silencio absoluto.
Era como si... como si ella hubiera sido borrada del mundo.
—Imposible —murmuró Rocco, con un sudor frío en la frente.
—Rocco, te ves terrible —dijo Scarlett, bajándose de la cama para ayudarlo a mantenerse en pie—. ¿Es solo cansancio?
Él la apartó con un empujón, buscando desesperadamente el enlace mental.
La presencia de Caterina en su mente se había ido completamente.
—¿Qué ha hecho? —susurró Rocco, mientras el pánico crecía en su corazón.
—¿Quién? ¿Caterina? —Un destello de triunfo pasó