Capítulo 2
Yo estaba sentada en el salón vacío, mirando la fecha circundada en la pared. Quedaban doce días para mi vuelo.

La pantalla de mi teléfono se encendió con un mensaje del asistente de Rocco: “Luna Caterina, el Alfa tiene una reunión importante hoy y quizás llegue tarde a casa”.

¿Llegaría tarde? ¿O es que simplemente no regresaría?

Guardé mi teléfono y tomé el acuerdo de rechazo que había preparado.

Si él no regresaba a casa, yo iría a donde él estaba.

Era hora de terminar esto.

Cuando salí del ascensor, la recepcionista de la empresa de Rocco me saludó con una sonrisa profesional: ―Luna Caterina, ¡qué coincidencia! El Alfa ha organizado un espectacular espectáculo de luces en el edificio para celebrar su aniversario.

Me detuve.

¿Nuestro aniversario?

El aniversario de nuestro vínculo de compañeros se acercaba, pero también era el día en que estaba dispuesta a partir.

―¡Es tan romántico! ―exclamó otro colega ―Toda la vecindad está tomando fotos.

―¡Guau, esto es increíblemente romántico! ―una joven exclamó mientras grababa un video.

―Escuché que el director ejecutivo de este edificio lo organizó para celebrar su aniversario con su amada.

Me detuve y miré hacia arriba la cascada de luces brillantes.

Hace tres días, quizás me hubiera conmovido.

Pero en aquel momento, la deslumbrante exhibición no era nada más que una decoración burlesca.

Miré mi reflejo en la ventana: mi rostro estaba pálido, mis labios apretados y el cansancio en mis ojos no se podía ocultar.

Los signos del vínculo que se rompía ya estaban apareciendo.

Las puertas del ascensor se abrieron con un sonido y yo me dirigí directamente hacia la oficina de Rocco, aferrándome al documento en mi mano.

Aparentemente, era un simple formulario de autorización de activos de la manada, diseñado para calmar los recientes rumores sobre nuestra relación.

En realidad, era un paso clave en el ritual de rechazo, que había sido bendecido por la mismísima Diosa Lunar.

Cada letra del documento había sido encantada por Sage con runas antiguas. En el momento en que Rocco lo firmara, nuestro vínculo de compañeros comenzaría a fracturarse y se rompería por completo en la próxima luna llena.

Me paré frente a la puerta de su oficina y tomé una profunda respiración.

Luego lo abrí.

Nunca imaginé el cuál sería el ‘regalo’ que me estaba esperando.

La escena que vi me congeló.

Scarlett estaba acurrucada en el sofá de cuero negro, vestida con un suéter de punto de color crema, con el cuello abierto lo suficiente como para mostrar sus delicadas clavículas.

Era de tez clara como la porcelana. Una mano se le apoyaba en el pecho mientras la otra colgaba débilmente del lado del sofá. Se veía tan frágil que podía romperse con solo un toque.

Rocco estaba arrodillado a su lado y la estaba protegiendo con su gran estatura.

Estaba acariciando su cabello, irradiando un potente y calmante aura de Alfa, cálida y densa.

—Está bien, Scar —murmuró, con voz baja y suave, como si estuviera consolando a una niña—. Las auras maliciosas de esos lobos inferiores no podrán llegar a ti. Yo estoy aquí. Nadie podrá lastimarte.

Su voz era tierna, pero me daba ganas de vomitar.

—Rocco —dije, con una voz más calmada de lo que esperaba.

Él se dio la vuelta hacia mí de golpe, y su rostro se distorsionó en un destello de enfado, como si alguien lo hubiera interrumpido en algo vital.

—Caterina. ¿Qué estás haciendo aquí?

No se levantó y ni siquiera quitó la mano del cabello de Scarlett.

—Necesito que firmes un documento —dije, extendiendo el acuerdo disfrazado, con un tono estrictamente profesional.

Al oír eso, Scarlett levantó la cabeza, con los ojos abiertos y llenos de lágrimas, como los de un ciervo asustado.

—Luna, lo siento mucho. No quería molestarlos. —Su voz temblaba con lo que parecía una auténtica disculpa.

—Abajo... algunos lobos de otras manadas estaban emitiendo auras hostiles, y mi loba se asustó. Intenté aguantar y no molestar a Rocco, pero...

Las lágrimas se le acumularon en los ojos y comenzaron a caer.

Si no supiera la verdad, quizás me hubiera dejado engañar por su actuación de inocencia.

—¿Lo ves, Caterina? —Rocco finalmente se puso de pie, aunque se quedó al lado de Scarlett, mirándome con desaprobación—. Scar es tan frágil. ¿No puedes ser más considerada? ¿Este realmente es el momento para hablar de trabajo?

Su tono estaba cargado de acusación, como si yo hubiera interrumpido algún momento sagrado.

Lo miré, recordando cómo él había usado la excusa de “cuidar” a Scarlett para no volver a casa durante una semana.

—Esta autorización es importante —dije con calma—. Solo necesito tu firma.

Rocco tomó el documento y, sin siquiera echar un vistazo a la primera página, se pasó directamente a la última para encontrar la línea de firma.

Estaba tan preocupado por consolar a su amiga de la infancia que no podía perder ni un segundo en el papeleo.

Su pluma se deslizó rápidamente sobre el papel, mientras la tinta azul oscura dejaba su firma rápida y segura.

En el instante en que la tinta tocó el papel, un repentino y helado dolor se disparó a través de su pecho.

—Ah —Rocco jadeó, la pluma se le resbaló de los dedos y cayó al suelo con un ruido. Instintivamente, se agarró el pecho, y su rostro empalideció como si hubiera visto a la misma muerte.

Yo sentí la misma sensación desgarradora, como si una hoja de plata se hubiera delizado a través de mi alma.

Pero yo estaba preparada. Me mordí el interior de la mejilla, usando el dolor agudo para suprimir el gemido que amenazaba con escapar.

—¿Qué te pasa, Rocco? —Scarlett se levantó bruscamente del sofá y, preocupada, agarró su brazo.

Rocco frunció el ceño, con gotas de sudor en la frente.

—Nada... —jadeó—. Quizás he forzado demasiado mi poder de Alfa para calmarte.

Él le atribuyó ese extraño y agudo dolor al gasto de su poder.

No tenía idea de que era el primer signo de que nuestro vínculo de compañeros comenzaba a romperse.

Recuperé el documento firmado y le dije:

—Si estás bien, me iré.

—Espera —Rocco llamó, y el dolor persistente en su pecho le hizo perder la paciencia.

—Caterina, deja de ser tan fría todo el tiempo.

Se enderezó, y su voz estaba impregnada del inquebrantable mando de un Alfa.

—Como mi Luna, debes ser más considerada conmigo que soy tu Alfa —ordenó.

Me volví para dar un último vistazo al hombre que alguna vez fue mi mundo.

Estaba frotándose el pecho con el ceño fruncido mientras Scarlett se preocupaba por él y los dos se superponían en un perfecto cuadro.

Mientras que yo, como siempre, era la que no pertenecía a ese lugar.

—Lo haré, Alfa.

Mi voz era tranquila, pero mi corazón era un desierto.

En doce días, todo terminaría.
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