En ese momento, si hubiera habido un agujero en el suelo, me habría metido en el y no hubiera salido nunca. Pero no lo había. Y sabía que cuanto más evitara enfrentar este tema, más sospechas despertaría en Sergio. Además, este hombre parecía no tener filtro conmigo: actuaba con naturalidad cuando debía actuar y decía lo que pensaba sin dudarlo tanto. Realmente no me trataba como a una extraña.
Pensando en esto, me esforcé por levantar la cabeza con naturalidad: —Ah, ¿sí? Eso hay que demostrarlo, no basta con decirlo.
—Mmm —Sergio tomó un pequeño sorbo de agua—. Puedo...
Al oír esas dos palabras, las alarmas sonaron en mi cabeza: —Sergio, cállate.
Al final, fui yo quien se rindió.
—Iba a decir que, si necesitas que lo demuestre, puedo ir al hospital —Sergio terminó su frase.
Aunque no era nada inaceptable, sus palabras daban pie a cantidad de interpretaciones.
¿Por qué tendría que demostrármelo? Yo no era nadie para él.
—Mejor guarda esas demostraciones para tu futura esposa —dije mien