Agarré el vaso y me lo tomé casi todo de un solo trago.
— Ya se fue —solté sin más.
— ¿Ah? —Paula, sentada con las piernas cruzadas frente a mí, me miró con cierta curiosidad.
— Lo mandé a volar y se fue. Dizque a trabajar. Y ya, fin de la historia —mis palabras en ese momento dejaron a Paula medio shockeada.
— ¿Se fue así nada más? ¿Ni siquiera insistió un poco? —Paula lo negó— Qué poca fibra tiene ese tipo, chava.
— Nah, él sabe cuándo retirarse. No es de esos hombres intensos e insoportables —mientras hablaba de Sergio, no pude evitar recordar su aspecto rudo y tosco.
Paula ladeó un poco la cabeza y me miró fijamente.
— Oye, ¿y si hubiera peleado un poco más por ti? ¿No crees que tal vez...?
— ¡Ni de chiste! —la corté en seco— Sabes, no voy a usar a alguien para curarme las heridas que me dejó otro.
— Claramente nadie puede reemplazar a Carlos, así como así —concluyó enfática Paula.
Esbocé una sonrisa nostálgica.
— Carlos aceptó que termináramos.
Paula se quedó tiesa. Dejé el vaso y