Pero Alicia no le creyó y le dio otro golpe —Deja de intentar engañarme con Sara, no te creo nada.
—¡Alicia! —exclamé.
Mi voz hizo que Alicia se estremeciera. Cuando volteó a verme, sus ojos brillaron por un instante, pero luego pareció darse cuenta de que había presenciado su momento íntimo con Gabriel y sus mejillas se tornaron rojas.
Soltó apresurada la mano de Gabriel y se acercó a mí —Sara, ya llegaste. ¿Ya comiste? Le diré a Milena que te prepare algo...
—Alicia, ya comí —mentí, pues en realidad no había probado bocado.
En ese preciso momento me di cuenta de que ni siquiera le había preguntado a Sergio si había comido.
—¿Por qué no vienes a comer a casa, niña? —me regañó con firmeza Alicia.
Actuaba como si Sergio fuera invisible, sin dirigirle una sola palabra. Sabía que no era porque no lo hubiera visto o porque estuviera muy ocupada hablando conmigo. Era su manera de expresar que no lo aceptaba.
Pero siendo la dama de alta sociedad que era, después de ignorarlo por medio minuto