—La dejé así por si tenías prisa y venías a buscarme —respondió Sergio con naturalidad.
Sin pensar, solté en ese momento: —¿Entonces saliste así a propósito?
La nuez de Adán de Sergio se movió visiblemente. —No, escuché el teléfono y quise contestar. No esperaba que justo...
Sí, fue justo una simple coincidencia.
Aunque, bueno, tiene muy buen cuerpo, así que no me arrepiento de haberlo visto.
Camino a casa de los Jiménez, Sergio permaneció callado. Pensé que estaba nervioso. —Cuando lleguemos a casa de los Jiménez, solo tienes que saludar. Yo me encargo de responder cualquier pregunta.
—Mmm —aceptó Sergio.
—Si Carlos está ahí y dice algo desagradable o se pone difícil, no te contengas —le advertí.
—De acuerdo.
—Ah, y tenemos que coordinar nuestra historia. Diremos que nos conocimos en Valle Sereno, que tú... te interesaste por mí y me seguiste hasta Valle Sereno —la última parte me costó decirla por vergüenza.
—En eso no me costará equivocarme —respondió Sergio.
—¿Eh? —No entendí bien