Aunque normalmente es muy bueno conmigo, y conociendo su personalidad de formación militar, dudo que trate a Marta de manera tan diferente.
Pensando en esto, esperé veinte minutos antes de ir a su habitación.
Si me pidió esperar diez minutos, tal vez era porque necesitaba ducharse y cambiarse.
Como imaginé, cuando Sergio me abrió la puerta todavía tenía el pelo mojado y llevaba ropa holgada, con las pantuflas del hotel.
—Pasa —fue lo único que dijo.
Vi que su computadora estaba abierta. Me acerqué y fui directo al grano:
—¿Qué nuevo problema hay?
—Está en un documento en el escritorio, ábrelo y revísalo con detenimiento —respondió Sergio mientras el agua que estaba calentando empezó a hervir.
Me senté frente a la computadora esperando encontrar, conociendo su personalidad, un escritorio ordenado. Pero me equivoqué: estaba lleno de documentos.
Por suerte no tengo fobia a la acumulación excesiva, o me habría mareado al instante.
Frente a tantos archivos, tuve que preguntarle:
—Hay muchos