Ese fin de semana pasó volando. Samantha y Georgina no se separaron ni un instante. A pesar de todos los bellos lugares que habían visitado en sus viajes y excursiones jamás habían visitado los Estados Unidos. Quizás había sido un acuerdo tácito entre ellas. Gin nunca le había pedido a su mejor amiga ir al lugar donde esta había sufrido tanto. El mundo era un lugar demasiado grande para concentrarse en un solo país.
Por lo que Sam la llevó a recorrer su ciudad natal. Igual que Gin había hecho hace tantos años atrás en el primer fin de semana que el internado les había dado. Sam la llevó a sus lugares preferidos. A todos los lugares que había visitado con sus hermanos mayores cuando eran niños. Un día era más que insuficiente para recorrer las calles y callejuelas de la ciudad de las colinas, pero ya habría tiempo, pues su hermana del alma había llegado para quedarse.
El sábado en la noche se pusieron sus mejores galas y se dirigieron a una discoteca que estaba sonando bastante. Sam