Cuatro años después
—Oye papi y si no les gusto.
Marcos sonrió ante la pregunta de su hija. Estaban en la entrada de la escuela y tenía algo de miedo a lo desconocido. No era lo mismo la guardería que una escuela en toda regla.
Recorrió con la mirada a esa niña que lo tenía enamorado desde la primera vez que la había visto. Ese cabello rubio y esos profundos ojos azules hechizarían a cualquiera. Esa pequeña brujita los tendría comiendo de su mano en un abrir y cerrar de ojos.
—Ya verás como enseguida haces amiguitos. Además el año que viene vas a tener a tus hermanos y a tu primo.
—Pero ahora voy a estar solita.
—Tú solo sonríe y te prometo que todo sucederá. Tu sonrisa hace magia, Paula.
— ¿De verdad? —preguntó inocentemente.
—Venga, dame un beso y échale garras. No olvides que eres una campeona.
La decisión en la cara de su hija lo hizo sentir extremadamente orgulloso. Tenía valor y eso era algo que había heredado de Samantha. La valentía de enfrentarse a las situaciones adversas