XXII

Catalina.

Afilo mis navajas sobre la alfombra que me di el lujo de comprar ayer, quizás no hayan muebles porque los dejaron vueltos mierda hace unos días, pero cabe destacar que ahora el piso se siente bastante cómodo.

—No es por querer ir contra corriente, carnala— Zahori sale de la cocina con dos chelas—, pero necesitamos más gente.

—Sí, pero Natasha es muy terca por esa parte— contesto, sin quitar la atención de las filosas hojas—. Aunque ella tiene que hacer algo al respecto, ahora sí nos las estamos viendo bien negras.

Las puertas del elevador se abren, haciendonos voltear, Zahori le quita la chapa a una de las botellas con los dientes mientras Graham viene hacia nosotras.

—Heeey— dejo las navajas de lado y voy a abrazarlo con cuidado. Él me corresponde y me da un beso en la mejilla— ¿Como sigues?

—Pues bien— avanza y le ofrece

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