XXIX

Catalina.

—Oye— una chamaca de unos catorce años llama mi atención—, ¿Has visto a Daisy? Van tres días que no la veo...

—Oh, lo siento— le digo con un pesar no tan fingido—. Ya la adoptaron, no tuvo tiempo de despedirse.

—Lo mismo dijeron de Karina hace como un año— baja la comisura de sus labios—. Bueno, espero que le vaya bien con su nueva familia.

La niña me da la espalda y se larga a su habitación.

Es que aquí les hacemos creer a las niñas que son huérfanas y que están en un orfanato, o que sus padres nos pagaron para que las tengamos aquí durante un tiempo indefinido. La mayoría de ellas le agarran repudio a sus padres y se acostumbran a estar aquí.

Y Daisy era

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