Mal presentimiento

—¿Así que ese es el tal Santigo? –profirió una voz desde el interior de un auto negro. Los vidrios ahumados sólo dejaban entrever unos cuantos atisbos de una cabellera rubia y el brillo de unas frías pupilas azules—No se ve que sea la gran cosa.

Era la voz de un muchacho, cargada de un extraño y sutil acento sagaz e impertinente. Procedía del asiento interior del vehículo.

—Para ti nada es gran cosa salvo esa bazofia que estallas y que llamas arte –espetó alguien desde el asiento del copiloto. Lo único visible era una mata de pelo rojo encendido y una expresión hastiada en un semblante de jóvenes facciones.

—¡Ey, vuelve a llamar bazofia a mis esculturas y te haré ver a tus antepasados! ¡Artesano de segunda!

—Lo que digas, niña…—el "pelirrojo" portaba unos binoculares, develándolos con sigilo a través de una de las rendijas de la ventanilla. No prestó atención a las amenazas del "chico" rubio. Su interés estaba concentrado en su 

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