El cielo de la tarde se veía gris. La lluvia caía suavemente, creando una llovizna ligera contra la ventana del dormitorio de Joe. El niño se sentaba en silencio al borde de su cama, abrazando a su perro de peluche favorito mientras miraba fijamente la puerta cerrada. Al otro lado, la voz de Damien se oía débilmente—hablaba por teléfono con alguien, probablemente discutiendo la boda con la madre de Joe.
Joe cerró los ojos.
No sabía cómo explicarlo, pero desde que vivía en la gran casa de Damien, su corazón nunca se sintió en paz. Todo parecía lujoso, completo y hermoso. Pero vacío. Frío. No había risas. No había abrazos como antes, cuando vivía con Hunter Jackson.
Aunque su antigua casa era estrecha y sencilla, los abrazos de su padre siempre eran cálidos.
Joe se limpió los ojos. Ese día, había escuchado por accidente una conversación entre su madre y Damien. Pronto se casarían. Y Joe—aunque era solo un niño—entendió que después de eso, su vida nunca volvería a ser igual.
No quería pe