ELIOT MAGNANI
—Muy en serio —contesté con los dientes apretados, tenía que aguantar hasta llegar a la habitación, no podía hacerle todo en lo que estaba pensando a media calle—. Quiero que me hables así de sucio cuando lleguemos.
—¡Destrózalo, Cristine! ¡No lo sueltes hasta que admita que tú eres la que manda! —vociferó Derek entre carcajadas.
Cristine comenzó a removerse sobre mi hombro y la dejé en la acera, temiendo que pudiera caer. Al verla frente a mí no pude más que suspirar como el hombre enamorado que era. Mi hermosa Cristine se veía tan pequeña y vulnerable frente a mí, tenía que agachar la mirada para poder encontrarme con su mirada. Era una pequeña muñequita con alma de león y me encantaba.
—¿Eso es lo que quieres? —preguntó coqueta y me tomó de la corbata mordiéndose los labios de esa manera que me erizaba la piel. No pude seguir resistiéndome, me incliné hacia ella y la besé. Sostuve su rostro entre mis manos, deseando que el beso se volviera cada vez más profundo e i