ELIOT MAGNANI
—Hay que hacer algo… —susurró Derek desesperado—. La va a lastimar.
—Aún no… —respondí en voz baja sin apartar mi mirada.
—Pero… —Derek intentaba avanzar contra mi voluntad.
—Conozco tan bien a Cristine como tú conoces a Sloane, créeme… no es momento, espera… —contesté sin apartar la mirada del espectáculo.
—¡Responde!, o ¿qué? ¿Vas a llorar? —se mofó Jonathan por última vez en el día. Cristine se había quitado el tacón de manera sutil y lo sostenía de la punta. Cuando Jonathan estuvo suficientemente cerca, ella lo golpeó con tanta fuerza que él retrocedió y cayó de espaldas entre quejidos y lamentos. Tenía un buen boquete en la mejilla, producto del tacón de aguja de Cristine que había perforado su carne.
—¡Ay, ¿vas a llorar?! —exclamó ella con tono burlón antes de volver a ponerse el zapato y recuperar su barra de metal—. ¡Suplica, perra! ¡Pídeme perdón por sacarme de mis cabales!
Cristine levantó la barra y la dejó caer con furia, pero esta se encontró con el piso