TOM BENNET
Tenía miedo de lo que diría, esperaba escuchar mi nombre saliendo de su boca, sus gritos y reclamos, las lágrimas, pero eso no ocurrió. Posó sus manos en mis mejillas y me atrajo de nuevo hacia ella, para fundirnos en un nuevo y profundo beso. Era como si decidiera descartar todas sus dudas y simplemente dejarse llevar. ¿Eso era lo mejor? En este momento, para los dos, tal vez sí.
Cada beso se volvió más intenso y su cuerpo moviéndose suavemente debajo del mío era una firme invitación a tomarlo. Deslicé su vestido mientras mi boca no paraba de besar su cuello. Su piel era dulce y suave, tan deliciosa como la recordaba. Mi corazón se desbocó cuando sus pequeñas manos desabrocharon con torpeza mi camisa, acariciando de manera sutil mi piel caliente.
Sus dedos recorriendo mi pecho y mi abdomen dejaban marcas de fuego, me estaba quemando, consumiendo en deseo. No podía contenerme, me estaba costando demasiado llevar las cosas con calma. La deseaba, llevaba años haciéndolo, an