CRISTINE FERRERA
El regaño de Zafrina hizo que me pusiera de pie de inmediato, pero mi tobillo punzaba, no podía apoyarlo y casi caigo una vez más si no fuera porque alguien se había subido a la pasarela y me había tomado por la cintura.
Al principio pensé que era Rinaldi preocupado por mí, pero sus manos eran más grandes y se sentían más cálidas. Apenas hacían presión sobre mi cintura y mi piel ya se había erizado y mi cuerpo temblaba. No… No era él. Imposible. Mi corazón se agitó desesperado, gritando desde el centro de mi pecho como «groupie» frente a su cantante favorito.
Tardé más en voltear que Eliot en tomarme en brazos. Me sentí pequeña y vulnerable. No parecía afectado por mi peso, por el contrario, recorrió la pasarela ante la mirada sorprendida de todos, con elegancia y distinción. Parecía uno más de los modelos, luciendo varonil y con ese gesto frío tan sensual que arrancaba suspiros, mientras que yo, la que en teoría era la modelo, solo parecía un accesorio más entre sus