Los días pasaban como un torrente de emociones y descubrimientos, y mientras Arius y Elysia se sumergían en el amor que había florecido entre ellos, todo parecía renacer a su alrededor. Ese refugio sagrado que los mantenía a salvo, era testigo del renacer de una pasión tan antigua como el tiempo mismo. Y a pesar de la oscuridad que acechaba en el horizonte, de las amenazas que aún acechaban desde el Olimpo, algo dentro de Elysia empezó a cambiar. Su alma, por fin liberada de las cadenas del olvido, vibraba con una fuerza nueva, un vínculo que no solo conectaba su corazón con el de Arius, sino que también despertaba algo aún más profundo dentro de ella.
Era una mañana cálida, el aire fresco llenaba los rincones de la vasta tierra titaniana, cuando Elysia despertó de su sueño. Pero algo en el aire, un cambio en el aroma que la rodeaba, la hizo abrir los ojos con una sensación de asombro. No era solo el aire cargado de la esencia de su amado Arius lo que la envolvía, sino algo más profu