Capítulo cincuenta y dos.
Jessica.
—¿Como diablos fue posible?—ruge mi amigo rubio, apoyando ambas manos sobre la mesa con determinación. Me sobresalto en el asiento—¿Dónde estuvo la seguridad en todo ese tiempo?
Miro directamente a los dos oficiales que están parados detrás de las sillas. Ni siquiera se sorprenden con la reacción de Max. Frunzo el ceño de manera instintiva y sacudo la cabeza.
Hemos estado así, sentados y escuchando a Max casi morirse de la desesperación e ira, hace más de dos horas. Según los agentes, la policía todavía no ha podido dar con el coche que se llevó a Sam. Nadie del hospital ha visto algo. Todos parecen no haberse dado cuenta de que se estaban llevando a una persona en coma con el total riesgo de morirse.
Y siento que estoy más confundida que antes.
Ni siquiera abrí la boca. Incluso cuando quisieron preguntarme, apenas solté una palabra. Mi cuerpo y yo estamos paralizados todavía. El miedo se me aferró como garrapata.
—Eso queremos investigar, señor Well. Todos estamos buscando l