EPÍLOGO

PHOEBE

Siete años después.

—Mamá, llegaremos tarde. —escuché a mi hijo mayor decir.

—Noah, tranquilo, faltan dos horas y estamos a 23 minutos del evento. Estamos bien con el tiempo. —dijo mi esposo, tratando de calmar a Noah.

Era un día muy importante, firmaría su primer contrato como futbolista profesional y no podíamos estar más orgullosos y emocionados por él.

—Si, Nono, no es culpa de mamá que Leía ensucie su pañal antes de irnos. —dijo mi hijo Blas de nueve años.

—Ya, estamos listas. —mencioné llegando a la sala.

—¿Y es necesario que estén todos? —dijo Noah y Juan, mi pequeño de seis años fue el primero en hablar.

—¿No nos quieres contigo, Noah? —preguntó haciendo un puchero y corriendo a su habitación. Juan era el más emocional de mis hijos, él y Noah tenían un vínculo especial; el amor por el fútbol.

—¡Juan! —llamó Noah, pero luego Luca quien era el más terco y rebelde de mis hijos caminó hasta su habitación.

—Ya no quiero ir yo tampoco.

—Juan, Luca. Vengan acá. —los llamó Oma
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