Un dolor agudo.
Luciano Lennox— Spencer.
No me doy cuenta de qué han pasado casi cuatro días desde que volvimos del viaje de trabajo y casi dos desde que me llamaron, explicándome que el maldito de Jasón intentó incendiar el departamento de Rebeca.
Pero gracias a Dios, ella escapó a los departamentos de más abajo a través de los balcones.
Debo reconocer que me volví loco al saber que la renacuaja de mi hermana estuvo en peligro y me hizo olvidarme de todo, hasta de mi ratoncita.
Espero que no esté molesta porque en el ajetreo la dejé sola y ni siquiera la ayudé, siendo que estaba delicada de salud.
Subo rápidamente y no le veo en la habitación, pero todo está como siempre: su ropa en el guardarropa, ingreso al baño y me ducho para poder salir del letargo que me dejó esta situación.
Una vez termino, visto un pantalón chándal y un suéter de hilo, veo a mi alrededor y algo no me cuadra, se siente diferente como si algo faltara.
Cuando voy saliendo de la habitación, veo en la mesita de no