Cambio de vida y de nombre.
ISABELLA TAYLOR.
Llegamos a la casa de mi tía Megan. Desde que quedó viuda, dejó en claro que jamás volvería a casarse, no porque no tuviera la oportunidad, sino que el tío Alfred fue el amor de su vida y no encontró a nadie como él después.
Ella es la dueña de la única ferretería del pueblo. Yo no he sido de gran ayuda, ya que la pena está siendo meya en mi cuerpo.
Ella me ha dicho, que he insistido en que no me preocupe. Que la pena pasa en algún momento.
Hoy, dos días después de mi despedida forzada, salgo de su casa y decido hablar con ella para poder hacer algo, si no me volveré loca por pensar tanto. Pero no quiero salir o que alguien me vea.
Así que acepto su ofrecimiento que me hizo cuando llegué, de usar su apellido, ya que ella cambió de apellido cuando se casó y lo conservo. Con eso podría despistar a todos porque nadie sabe de ella, solo mis padres, pero ella les dejó en claro que ella no era familia y así lo hicieron.
Y si el ofrecimiento sigue