Capítulo 2

—Te he dicho que el vino se toma despacio, mírate pareces una borracha —comenta su hermana quien se dio cuenta de los efectos del líquido.

—Pero si solo me tomé un trago, no entiendo, ¿por qué me da vuelta todo?

—Ven, vamos, te acompaño al baño —tratando de agarrarla por el brazo.

—Déjame, puedo ir sola —no se dejaba tocar.

—Pero que eres terca, deja que tu hermana te ayude — susurró Kathen.

—Pero pue… —no termino de hablar cuando su padre la interrumpe con frialdad.

—¿Sáquenla de aquí?, antes de que haga el ridículo.

Su hermana camina con ella hacia el baño, en el camino las interceptan dos jóvenes y se desvían hacia un pasillo.

—Ayúdenme, ya se desmayó esta mojigata.

Cada chico la tomó por un brazo y la condujo hacia el ascensor, entran y marcan el piso 09.

Courney saca la cabeza para mirar, el pasillo estaba solo.

—Vamos chico rápido que alguien nos puede ver — Courney casi corriendo, sale del ascensor hacia la habitación con el número 09-02, paso la tarjeta por la pantalla magnética de se encontraba al lado izquierdo de la puerta.

Los chicos entran y lanzan a Lindsey en la cama, Courney se monta sobre ella y le empezó a quitar el vestido, el sostén y las botas.

—Hermanita que mal gusto tienes para vestirte —murmuró con cara de asco. Lanzó la ropa en el suelo y se bajó.

Los chicos empezaron a desvestirse quedando en bóxer.

Courney con una sonrisa maliciosa se posiciona del lado derecho de la cama para tener mejor enfoqué, mientras un chico se metió debajo de las sabanas y se colocó frente a ella, y el otro le puso una mano en su cara y disimula un beso.

—Eso chicos, tiene que ser realista —tomo 10 fotos de diferentes ángulos.

—¡Listo! Ahora si chicos a vestirse — trazando una sonrisa maliciosa empezó a brincar.

—Tienes unos labios provocativos, no podemos quedar con ella —dice uno de los chicos.

— ¡No!, la idea es que mis padres la encuentren sola y desnuda, luego yo les muestro a mi papá las fotos como si estuvieran en internet.

Los chicos se bajaron de la cama, el que estaba encima de Lindsey dijo:

—Que no se te olvide el trato, después de este teatro, nos tienes que complacer.

—Claro que si chicos, hoy le doy su recompensa, —comenta mordiéndose los labios y dedicándoles una mirada lasciva.

Mientras esto pasaba en la habitación. En el gran salón del evento está Kyle Pratt, un hombre frívolo y arrogante, a sus 32 años es el CEO de una de las empresas de modas más importantes del país, estaba con las cejas entre cerradas y con un vaso whisky escocés en la mano.

—Deja de tomar tan seguido, las personas se están dando cuenta de tu enojo —susurro bajito Freed, el asistente y mejor amigo de Kyle.

—Como se atreve aparecer con ese tipejo, haciéndome quedar en ridículo, —masculló Kyle mientras se lleva otro trago de whisky a la boca.

—Catrina lo está haciendo para darte celos, —Freed vociferó mirando a la mesa donde se encuentra el abuelo Hugo—. El abuelo te asesina si haces un escándalo.

El teléfono de Freed vibra en el bolsillo del pantalón, mete la mano y saca el móvil, se lo lleva a la oreja y contesta:

—Hola.

—Saca a mi nieto de aquí y llévalo a descansar a la habitación asignada para él, desde aquí lo observó tambalear y no quiero escándalos de borrachos —exclamó Hugo el patriarca de la familia Pratt un hombre de 75 años.

—Ok, abuelo Hugo. —Cuelga la llamada.

—Vamos camina campeón, te acompaño a tu habitación.

—Ya sé quien te llamo, como siempre dando órdenes —En ese momento sintió la vista borrosa, era una señal que debe retirarse y empiezo a dar torpes zancadas dejando a su amigo detrás.

—A veces no sé quién es peor de arrogante, si tú o tu abuelo — Moviendo la cabeza lo alcanzó y caminaron hacia el ascensor—. Mejor dame la tarjeta de tu habitación.

Kyle se mete la mano en el bolsillo trasero de su pantalón, saca la cartera y busca la tarjeta, se la extiende a Freed. Cuando este la agarra se abre el ascensor y sale tres chicos a toda prisa.

Courney trae su tarjeta en la mano, al salir choca con Freed y las dos tarjetas caen al suelo.

—Vean por donde caminan —grito un furioso Kyle.

Courney al reconocer de quién se trataba, se puso nerviosa y se agachó a agarrar unas de las tarjetas.

—Perdón señor Pratt —sale a toda prisa desapareciendo por el pasillo.

—Vamos campeón, no pasó nada, mejor entra al ascensor —dijo Freed mientras se agachó a recoger la tarjeta.

Freed marcó el número del piso que se visualizó en la tarjeta, al llegar los dos salieron a pasos firmes del ascensor, luego Freed paso la tarjeta por el aparato magnético, cuando iba a entrar Kyle lo detuvo.

—No me digas que también me vas a quitar la ropa y me vas a acostar —gruñó enredando las palabras, lo apartó para entrar y cerró la puerta a su espalda.

Freed soltó una carcajada, al ver cerrar la puerta se da media vuelta, camina hacia el ascensor, al llegar al salón se sienta junto a Hugo.

—Listo el león debe de estar roncando.

—Eso espero —expresó el anciano.

Kyle entró a la habitación, sin encender la luz se sentó en la punta de la cama y empezó a desvestirse, luego se lanzó a la cama boca abajo.

Una hora después entras tres personas a la habitación, uno de ellos prendió la luz.

—Niña estúpida ¿qué hacer revolcándote con este hombre? — dice John molesto.

Kyle al escucharlo se voltea y grita como un demonio:

—Quien se atreve a interrumpir mi sueño, largo de mi habitación —no se ha fijado que tiene un huésped a su lado, solo quiere seguir durmiendo.

Las tres personas al ver de quien se trataba quedaron petrificados, Courney trago en seco al acordarse del incidente en el ascensor, como pudo retrocedió el paso y salió de allí corriendo por las escaleras para no ser reconocida.

—Disculpe señor Pratt, pero vinimos a buscar a la sinvergüenza de nuestra hija —rezongo Kathen, está furiosa por como salieron las cosas, la idea era que estuviera sola, no acompañada y menos con el  Kyle Pratt, como haría para traer a este hombre a su cama.

Kyle giró la cabeza y se sobresaltó al mirar a la mujer recostada a su lado, boca arriba con el cabello alborotado y unas horribles gafas de monturas negras.

De inmediato rebuscó en su pantalón y sacó su teléfono.

—Hola —contestó Freed al otro lado de la bocina.

—Ven de inmediato a la habitación —gruñó con los ojos entrecerrados.

—¿Ahora qué pasó?

—No preguntes, ¡ven ya!

—Salgo para allá —cuelga la llamada.

El abuelo que había escuchado todo, declaró.

—Te acompaño.

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