El sol agonizante teñía de rojo el patio cuando Seth se quedó solo, con sus nudillos aún blancos de tanto apretar los puños. El eco de las palabras de Mia resonaba en su cráneo como un martilleo persistente: "Ese vínculo no puede atarnos al pasado". Respiró hondo, sintiendo el aire frío quemarle los pulmones, cuando unos pasos firmes interrumpieron su tormento interno. Deimos emergió de las sombras del castillo con la elegancia de un depredador, pero su rostro, generalmente impasible, delataba una tensión inusual. Las arrugas alrededor de sus ojos estaban más marcadas, y llevaba los hombros ligeramente encorvados, como si cargara un peso invisible.
—Seth. —Musitó, deteniéndose a tres pasos de distancia. Su voz era calmada, pero había un filo en ella, como el de un cuchillo apenas desenvainado. —Ya es suficiente hostigamiento, ¿No lo crees?
Seth giró lentamente sobre su propio eje, notando cómo Deimos mantenía las manos semiabiertas a los costados, listas para actuar, pero sin buscar p