El fuego de las antorchas que alumbraban el santuario en las mazmorras del castillo parpadeaba tenuemente mientras Mia permanecía concentrada frente al altar, con ambas manos sobre este. Estaba dentro de un trance tan profundo que no podía ser consciente de lo que acontecía a su alrededor, sus ojos brillaban con un resplandor blanco cegador, mientras que su cuerpo desprendía ráfagas de luz blanca a la par de una especie de conjuro que brotaba de sus labios como un mantra ancestral.
Su respiración era pausada, sus pies estaban levitando ligeramente. Las palabras de Alhena, su loba, resonaban en, guiándola y alentándola a través de los intrincados pasos necesarios para destruir los sellos grabados en el altar que mantenían atados a Aamon y Blood Moon.
“Estamos muy cerca, Mia”. Susurró Alhena en su cabeza, con una mezcla de increíble de calma y urgencia. “Sé que estás agotada, puedo sentirlo, pero no pares, no ahora. Al destruir este altar acabaras con el vínculo demoniaco y liberarás a t