El castillo estaba sumido en una actividad frenética. Aunque Seth había sido estabilizado gracias al esfuerzo conjunto de Mia y los otros, el temor de un nuevo ataque y la presencia de Aamon rondaba en la mente de todos. La lluvia seguía azotando las paredes del castillo, como un recordatorio constante de la amenaza que aún persistía más allá de los muros. En su habitación, Seth descansaba en un lecho improvisado, mientras los curanderos trabajaban meticulosamente para reforzar el ritual que había salvado su vida. Mia permanecía de pie al lado de la puerta, observándolo en silencio. A pesar del alivio inicial al verlo despertar, las consecuencias del ataque y su estado aún frágil no dejaban de pesar sobre sus hombros.
En ese momento, Deimos entró en la habitación, con su expresión seria y distante como de costumbre, pero sus ojos revelaban algo más: una mezcla de celos y preocupación, más ´por lo que creía que estaba sintiendo Mia en ese momento, que por la salud de Seth.
—¿Qué hacemos