Al día siguiente amaneció bajo un cielo melancólico. Las nubes grises parecían reflejar las emociones encontradas de todos los presentes. Deimos y Alanys se acercaron a Mia y Lukas, dispuestos a despedirse, y también los sirvientes de Mia se despidieron de ellos de forma espontánea
Deimos miró a Mia mientras ella sostenía a la bebé con ternura. Sin mediar palabra, se acercó lentamente y, casi con reverencia, tomó a la pequeña en sus brazos. Aunque externamente su rostro se mostraba serio, sus ojos revelaban algo más: una mezcla de vulnerabilidad y un inesperado calor relativamente humano a pesar de no serlo. Mientras acariciaba suavemente la cabeza de la pequeña, Deimos sintió una suavidad que contrastaba completamente con su usual dureza. Por unos breves segundos, parecía que toda la fachada de su personalidad estoica se desmoronó. Sin embargo, recuperó la compostura con rapidez.
Extendió su mano hacia Mia y la sostuvo con firmeza, pero con una notable delicadeza. Sus ojos buscaron l