No sé si ofenderme o reír.
—¿Acaso soy tu esposa? No voy a hacer todo lo que digas.
Guardo lo que me falta y me doy la vuelta para ir a cafetería,pero él está parado justo en frente de mí,con los brazos sobre el pecho y una expresión en el rostro que da miedo.
—¿Mi esposa?
¡Diablos! ¿Porqué tengo la boca tan grande? Ahora luce como si estuviera furioso.
—No somos amigos Santiago,ni somos nada para que te metas en mis cosas. Así que deja las cosas así.
Él me sigue devorando con los ojos,y no logro entender qué fue lo que hice para molestarlo tanto.
—Aún así,no vuelvas a venir vestida de esa forma.
Me duele la cabeza por tratar de interpretar sus palabras,es la persona más jodidamente complica que conozco.
—¿Por qué te importa? Siempre me has ignorado,podrías seguir haciéndolo. Ya no me veras más Santiago,me largaré de este lugar y no tendrás que aguantar más mi presencia como siempre haz querido.
Me dolió decir esas palabras,pero son ciertas.