Camina a mi lado como si nada hubiera pasado, con esa seguridad descarada y la chaqueta colgada del hombro, mientras el resto del grupo sigue detrás, todavía embriagados por la emoción del espectáculo. No sé si están hablando de la pelea o del beso, pero francamente, en este momento no me importa.
Lo que sí me importa es la sensación incómoda que empieza a trepar por mi espalda. No sé qué es, pero mi cuerpo reacciona antes de que mi cerebro pueda darle sentido. Un escalofrío, un nudo en el estómago ¿guasanos? No, es enamoramiento
Y entonces, lo veo.
El tipo al que Santiago dejó en el suelo como si fuera un saco de basura está apoyado contra un auto, con el labio roto y la cara hinchada, pero sus ojos… esos ojos buscan pelea nuevamente.
No está solo.
Hay otros dos con él. Sujetos grandes, pesados, con caras de pocos amigos y actitud de “voy a romperte los dientes”.
Santiago también los ve. Por supuesto que los ve. Su expresión no cambia, sigue con ese aire de tipo que no