CAPÍTULO 5

De pronto suena el teléfono de Ares, y al ver que es Vanesa, se aleja de inmediato de Aurora, y ella aprovecha para salir…

Nerviosa, y sudorosa, se va a casa sin siquiera despedirse de su hermana, pues lo único que quiere es huir de ese lugar.

No entendía por qué ese hombre se burlaba de ella de aquella manera, pero la ponía muy nerviosa, y por su mente habían cruzado tantos pensamientos inequívocos, e inaceptables para una novicia, como el de poder ser realmente su esposa, lo que le hacía sentir que traicionaba a su hermana.

Al llegar a casa, sube de inmediato a su habitación, pero su madrastra se da cuenta de su llegada, y va a su encuentro.

—¿Qué pasa?, ¿por qué has llegado sin saludar?, ¿y Adriana?, ¿todo ha ido bien? —La inunda de preguntas Eloise, al irrumpir en su habitación.

—¿Eh? ¡Madre! —Se asusta la joven

—¿Qué tienes?, ¿por qué estás tan nerviosa? —Se acerca sigilosamente a su hijastra, mirándola con los ojos entrecerrados, presintiendo que algo malo ha pasado, y no puede evitar pensar en su hija. —¿Es Adriana?, ¿le ha pasado algo?, ¿dónde la has dejado? ¡Contesta! —Le exige zarandeándola de un lado a otro.

—Madre, por favor. Yo solamente he regresado a casa, Adriana se ha quedado en el trabajo.

—Y… con Ares, ¿qué ha pasado?

—Será mejor que ella te cuente.

—¡Insolente! —Le da un bofetón que consterna a la joven, pues no cree haber dicho nada malo. Pero Eloise solo quería tener una razón para golpearla, y cualquier excusa estaba bien para ella. —¿Cómo puedes contestarme de esa manera? ¿Eso es lo que te han enseñado en ese maldito convento?, ¡De que sirve que tengas el rostro tapado, si la boca no la puedes controlar!

—¡Madre! —Se toca el rostro, que le arde por el gran golpe, que ni siquiera la toca había podido minorar.

—¡Deja de llamarme madre! ¡Sabes que no lo soy! ¡Tu madre está muerta!, si quieres llamar madre a alguien, ve a decírselo a su lápida. —Sale de la habitación, ofendida, como si le hubieran hecho el peor de los atropellos.

Aurora llora desconsolada, empapando la tela que cubría su rostro, confundida, y triste, sintiéndose más sola que nunca.

Ella conocía bien a Eloise, y al regresar creyó que podía soportar sus malos tratos, pero ahora que los volvía a padecer, estaba considerando en regresar al convento, y tomar los hábitos de una buena vez.

***

Ares, contesta su teléfono, olvidando por completo a la novicia que aprovecha y huye de él.

—Amor… —Escucha la voz seductora de Vanesa que lo convierte en una persona totalmente diferente. Cariñoso y amigable. —Perdón por llamarte a esta hora. Sé que estás trabajando, pero como anoche no me llamaste, pensé que había sucedido algo. —Dice para saber si la madre de Ares había aprobado su matrimonio.

—¡Lo siento!, es que se presentaron varios problemas que debía solucionar, antes de explicarte todo.

—¿A qué te refieres?

Ares toma asiento, y sin otra opción le cuenta todo a Vanesa, muy preocupado de su reacción, pero se sorprende al recibir una respuesta totalmente opuesta a la que él creía.

—No pienses que me hace feliz la idea de que tengas que casarte con otra, pero considero que por ahora es lo mejor.

—¿Y lo dices así, tan calmada?

—Tu madre no me quiere, y sé que no somos rival para ella. Si lo pienso detenidamente, esta es la mejor opción. No soy tan egoísta para permitir que pierdas todo lo que te pertenece, y por lo que has trabajado. ¡Si tengo que sacrificarme, lo haré! Además, confío en ti, y sé que un papel no significa nada. Es a mí a quien amas. —Le dice a través del teléfono, mientras observa por la ventana de su casa, que su esposo no llegue y la encuentre hablando.

—No puedo creer que tenga tanta suerte. Otra en tu lugar habría preferido dejarme.

—Te amo demasiado, prefiero verte con otra, antes que apartarme de ti. Sin embargo, no soy tonta, si vamos a seguir el juego de tu madre, ella también debería seguir el nuestro.

—¿De qué hablas, amor?

—No puedes dejar que ella sea quien te escoja una esposa, y te recomiendo que para casarte, pongas tus condiciones.

—Ya lo había pensado, querida. Es por eso que ya tengo una candidata.

—¿Y tu madre está de acuerdo?

—¡Lo estará!

—¿Por qué estás tan seguro?

—Porque es una tonta, que planea convertirse en monja, y a la que mi madre aprecia

—¿¡Que!?, ¿casarse con una chica así está permitido?

—Mientras no tome los hábitos, ella puede renunciar y hacer una vida normal. Y, es que, es la chica perfecta, habla poco, es obediente, temerosa, tímida, parece algo tonta, y es de buena familia. La hija de la mejor amiga de mi madre, de seguro no se opondrá

—Y… ¿Es bonita? —Pregunta Vanessa, quien no podía permitir que Ares cayera en los encantos de otra mujer.

—No lo sé. No he visto su rostro…

—¿Nunca la has visto?

—De niña, cuando tenía unos 5 años, y no era nada agraciada. Sin embargo, ahora, literal no he podido ver su rostro, pues siempre lo lleva cubierto

—¿¡Que!? —Se sorprende Vanesa, porque no entiende lo que le cuenta Ares.

—Debido a su situacion religiosa, no muestra su rostro.

—¿O quizás es tan fea que no quiere que la vean? —Comenta Vanesa, convenciéndose cada vez más, de que esa es la mujer que debería casarse con Ares.

—No lo sé, ni me interesa. Para mí la única belleza que existe es la tuya. Es por eso que si me caso con esa chica, planeo hacerle entender que deberá obedecerme, y que tú ocuparas su lugar, aunque no estemos legalmente casados, ella no será más que una fachada, para que mi madre nos deje en paz.

—Por eso te amo. Siempre piensas en todo. Eres tan inteligente… Esa chica no será más que una tonta que caerá en nuestras redes, para ser manejada como una marioneta a nuestro antojo. Seguiremos juntos, y obtendrás todo lo que te pertenece, y ni tu madre ni nadie podrá contra nosotros, una vez obtengas la herencia y des por terminado ese matrimonio. Seremos los dueños absolutos de Walton’s Car, y por fin tendré lo que siempre soñé…

Ares se sorprende un poco por las palabras de Vanesa, jamás pensó que pudiera ser tan calculadora y ambiciosa.

—Hablas como si solo, te importara el dinero

—¡Cariño, por supuesto que no!, me importas tú. —Afirma la chica, al ver que se dejó llevar, expresando en voz alta todos sus deseos.

—¿Y por eso actúas de forma tan calculadora? ¿Por mí? —Ares no puede evitar sentir algunas dudas. Durante toda su vida muchas personas se acercaban a él por dinero, y escuchar a su novia hablar de esa forma, le hizo suponer que por un momento, ella podía estar con él, por eso, aunque quizás solamente eran ideas suyas, pues Vanesa siempre rechazaba sus costosos regalos.

—Cariño, por ti haría cualquier cosa… eres el hombre que amo, y si incluso debo llegar a ser cruel y despiadada, para mantener tu amor. ¡Lo haré! —Vanesa escucha el ruido de un auto, levanta la cortina, y es su esposo Joseph.

—Si es así, me alegra saberlo, sabes que yo también haría cualquier cosa por ti. —Le dice Ares feliz…

—Sí, que bueno saberlo. Debo colgar, hablamos luego…

—Amor, ¿por qué tanta prisa?, ¿ha pasado algo? —Pregunta Ares extrañado, pero Vanesa ya ha colgado.

De pronto, alguien irrumpe sin su permiso en su oficina…

—Aurora, aún siguen en la junta, ya lo pensé mejor, y tal vez deberías volver luego. —Dice Adriana, llamando a su hermana, quien aún cree está en la oficina de Ares. Vaya sorpresa al ver que Aurora no está, y Ares es quien la mira desde su silla muy enojado.

—¿Así que tú fuiste quien le pidió a tu hermana que abogara por ti?

—¡Ehhh!, lo siento señor, no sabía que estaba aquí. —Se gira para irse, pero Ares la detiene.

—¡No, no te vayas!, ¿por qué molestarte?, si por lo visto esta oficina es más tuya que mía… —Se levanta de su asiento, y camina hacia ella, que aún está de espaldas. —Ya veo qué haces lo que se te da la gana, cuando yo no estoy.

Adriana cierra los ojos al ver, que lo tiene cada vez más cerca, asustada por lo que él pueda hacer, cuando entra la secretaria de Ares.

—¡Señor!, ¡perdón! No sabía que estaba ocupado. Venía a informarle que en cinco minutos tiene una reunión con los de planeación.

—Posponla, tengo algo importante que hacer antes.

—Como ordene señor… —Hace un par de anotaciones en su agenda, y sale de la oficina, Adriana la sigue, pero Ares se lo vuelve a impedir.

—¿Tú, a donde crees que vas?

—A mi oficina, señor. —No se atreve a verlo a los ojos.

—No te puedes ir hasta que me respondas algunas preguntas…

—¿Eh?

—Tu hermana… ¿Es cierto que quiere ser monja? —Su expresión se torna apacible

—¿Ah? —Confundida por su cambio de actitud y su repentino interés en Aurora, guarda silencio.

—¿Qué?, ¿te comieron la lengua los ratones?

—¡No señor!

—¡Entonces responde! —Se cruza de brazos, intentando no perder la paciencia.

—No lo sé, por eso vino, para decidir si tomara o no los hábitos.

—Y cuanto tiempo crees que le tomara decidirse? —Acerca su rostro al de ella, muy curioso, y la chica se pone roja, de casi poder sentir su respiración.

—Tiene un máximo de tres meses, pero puede decidir aceptar antes

—Entiendo… —Empieza a caminar de un lado a otro, mientras Adriana lo sigue con la mirada.

—¿Y tu padre? ¿Está de acuerdo en que ella sea monja?

—Mi papá está de acuerdo con lo que ella decida. Aunque no estoy muy segura de que Aurora quiera tomar los hábitos. A decir verdad, ella entró al convento por mi madre, quien la obligó para alejarla de un chico que la asediaba en ese entonces, pero no era de nuestra misma clase social. —Empieza a hablar sin parar, sintiéndose cada vez más cómoda en presencia de Ares.

—Ósea que tu madre, ¿si desea que ella tome los hábitos?

—Sí, pero no creo que Aurora lo haga. Aquí, entre nos, pienso que de haber estado segura no lo pensaría, aunque tal vez actúa así, porque es su personalidad. Mi hermana es una chica tímida, y a veces insegura. Sin embargo, es muy buena persona.

—Parece que la quiere mucho, a pesar de que no son realmente hermanas.

—Lo somos, nos criamos juntas. No necesitamos llevar la misma sangre para querernos como hermanas.

—Entiendo. Ya puedes irte. —Le hace una seña con la mano, indicándole que salga de su oficina.

—Señor, ¿puedo preguntarle algo, antes de irme?

—Que sea rápido —Le da la espalda, y camina, para mirar la vista a través del ventanal que queda al fondo de su oficina.

—¿Por qué tanto interés en saber de mi familia?

—¡Curiosidad!… Es normal que me interese en saber acerca de la familia de mi futura esposa. —Le dirige una mirada llena de misterio, que Adriana confunde con la aprobación de ella como su esposa, lo que la hace sentirse feliz, y se va tan ilusionada, que incluso al salir, se toma el día libre, y llama a su madre, para que la acompañe a ver vestidos de novia.

Horas después, Ares, va a la oficina de su madre, y la encuentra hablando con Daniel.

—¡Hermano! —Exclama Daniel, al verlo, mostrando una leve, pero sincera sonrisa

—¡Necesito que te vayas! ¡Quiero hablar con mi madre! —Pasa de largo, y se apoya en el escritorio de su madre. —Tenemos que hablar sobre mi futura esposa.

Daniel se sorprende, pero no comenta nada.

—No hay nada de que hablar Ares, yo fui muy clara contigo con respecto a eso. Te casarás, y punto. —Firma algunos papeles que tiene sobre la mesa, y se los da a Daniel.

—Sí, me casaré, y justo de eso quiero hablarte.

Jazmine lo mira sorprendida, porque Ares no está a la defensiva, por el contrario, parece animado, y eso era algo que definitivamente le causaba curiosidad.

—Daniel, sal… tengo que hablar con tu hermano.

—¡Si madre! —Obedece el hombre de 25 años, alto, rubio, de ojos azules penetrantes, qué tal vez no era tan guapo como su hermanastro, pero no se podía negar que tenía su encanto.

Apenas sale Daniel, de la oficina, Jazmine se levanta de su asiento, y rodea a su hijo.

—¿Y bien?, ¿cómo es eso de que ahora si quieres casarte?

—Digamos… ¡Que he encontrado a la candidata perfecta!

—Ya te dije que primero muerta, antes de que te cases con esa cantante de medio pelo.

Ares suspira frustrado, al escuchar cómo su madre insulta al amor de su vida.

—No tienes por qué referirte así a Vanesa. ¡Es la mujer que amo!

—Creo que deberías irte. Es evidente que esta conversación no va para ningún lado. —Toma asiento nuevamente, y revisa algunos documentos.

—No me iré. Ya te dije que me casaré. Y tengo muy claro que no será con Vanesa, pero tampoco con Adriana.

—Y entonces según tú… ¿Con quién te casarás?

—Con una mujer que cumple todos tus estándares, de seguro…

—¿Ah si?… ¿Y se puede saber quien es? —Le pregunta en tono de burla a su hijo…

—¡Aurora!, me quiero casar con Aurora Hermswort y tú me vas a ayudar madre…

—¿Estás loco? ¡Aurora es una monja!

—No lo es, aún no ha tomado los hábitos, puede renunciar a su noviciado, y casarse conmigo. Piénsalo mamá, ella es la mejor opción. Lleva el apellido Hermswort, Adriana no. Tú la quieres, es la hija de quien fue tu mejor amiga. Tengo entendido que esa chica no quiere ser monja, y que su madrastra la obligó a asistir al convento, y ahora la quiere obligar a tomar los hábitos. ¿En verdad dejarás que la hija de tu gran amiga, escoja una vida que no desea vivir? —Ares exagera un poco la información que obtuvo de Adriana, pero puede ver cómo su madre se queda pensativa, lo que indica que su estrategia está funcionando.

—¡Vamos mamá!, ¿no hay algo que quisieras hacer por esa chica?

—¿Y crees que casarla contigo sería la forma de ayudarla? ¡No!, no sé qué intenciones tienes Ares, pero lo que sea que planees, te prohíbo que uses a Aurora.

Ares toma asiento…

—Mamá, piénsalo, esa chica tiene un futuro por delante. No es justo que sea obligada a vivir una vida religiosa sin vocación. Ni siquiera le es permitido mostrar su rostro. ¿Cómo podría vivir así por el resto de su vida? ¿Acaso ese era el futuro que Helena, quería para su hija?

Una lágrima se escapa del rostro de Jazmine, que limpia con rapidez, y Ares sabe que ha logrado su cometido.

—¡Isaías no lo permitiría!

—No se opuso cuando la enviaron al convento. —Espera ansioso la respuesta de su madre.

—¡Está bien! Pero quiero que sepas que si te apoyo en esto. Aurora será mi protegida. ¡Si la lastimas, te las verás conmigo!

—No te preocupes mamá. ¡No haré nada para lastimarla!

—Muy bien. Entonces tenemos que ir a hablar con los Hermswort. Hoy mismo de ser posible.

—Sí. ¿Y cómo los convencerás?

—No tengo que convencerlos. Cuando pedí que Adriana fuera tu esposa. Los compré.

—¿De qué hablas?

—Isaías Hermswort está en la banca rota. Incluso la ropa que usa, la debe. Apenas Adriana acepto, compré su casa, que estaba siendo rematada por el banco, y de la cual pronto serían desalojados. También les ofrecí una buena suma de dinero, si la chica aceptaba.

—¿¡Cómo!? —Pregunta sorprendido, al pensar que Adriana no era más que una mentirosa, jurando amor, cuando también se quería casar con él por dinero.

—El apellido Hermswort, tiene una influencia que no se puede dejar perder.

Jazmine toma su bolso y se levanta, caminando hacia la salida.

—Tengo un almuerzo con algunos clientes, y luego revisaré algunos prototipos. Estaré de regreso a las 6:00 pm. Está listo a esa hora, iremos a la casa de tus futuros suegros.

***

Adriana se la pasa toda la tarde, visitando tiendas de novias, y probándose vestidos. Su madre alimenta sus ilusiones, y expectativas, segura de que su hija la sacara de la pobreza, pues no todos los días se pasa a formar parte de la familia más rica y poderosa del país.

Adriana, sale del vestidor, con un precioso vestido de novia, corte sirena con mangas de encaje, y una cinta roja que dividía la cintura, muy recatado, pero muy hermoso.

—¡Mamá!, ¿qué te parece? —Desfila para su madre, quien no podía contener la emoción cada vez que la veía con un vestido. Pues para ella, su hija se veía hermosa con cualquier cosa.

—¡Te ves tan hermosa, mi niña! —Lleva las manos a su cara, emocionada.

—¡Ya sé!, me encanta, creo que lo compraré —Mira el precio en la etiqueta, y casi sufre un paro cardíaco.

—¿Qué pasa? —Le pregunta Eloise al ver su expresión.

—Supongo que será mejor ver algo más barato. —Sonríe amablemente a la dependienta, pero su madre, no permitiría que pasaran semejante vergüenza. Se acerca a su hija

—¿Por qué no usas tu tarjeta de crédito?

—¿Estoy intentando cubrir la deuda en su totalidad y quieres que la utilice?

—Cariño, vas a ser la esposa de Ares Walton. Piensa que esta será una pequeña inversión. En poco tiempo, no tendrás nada de que preocuparte.

Se deja convencer por su madre…

—Tienes razón. Me casaré con el hombre de mis sueños. ¡Lo compraré!

Al llegar a casa, Adriana corre a buscar a Aurora, para mostrarle, su vestido de novia, quien está en la biblioteca, leyendo algunos versículos de la biblia, cumpliendo con las tareas diarias que le son exigidas por la congregación, pues aún estaba en periodo de preparación. Esto hasta que tomara una decisión.

—Te estaba buscando por todas partes. Hay algo que quiero contarte, pero antes… ¿Me puedes explicar por qué te fuiste de la empresa sin avisarme?

—Lo siento, es que… —Piensa si contarle lo de Ares, pero prefiere ser prudente. —Nada!, ya sabes cómo soy de despistada. ¿Qué querías contarme?

Saca el vestido de la caja y se lo muestra a Aurora, a quien le parece hermoso.

—¡Ares accedió a casarse conmigo! —Afirma, mientras Aurora dobla el vestido de vuelta a su caja.

—¿Es así? —Pregunta preocupada al ver a su hermana tan feliz.

—Sí, esta tarde me lo dijo, y estoy muy feliz. —Abraza a su hermana, mientras ambas escuchan el sonido del timbre.

—Hermana, entonces muchas felicidades. Si tú estás feliz, yo estoy feliz. —Le deseaba de todo corazón, Aurora.

Al instante, aparece Esther.

—Señoritas, lamento molestarlas, pero sus padres solicitan su presencia en la sala. Tienen visita.

—¿Visitas? —Pregunta Aurora.

—Sí, es la señora Walton y su hijo.

Con su corazón a punto de explotar, Adriana mira a su hermana dichosa. Lo que entendía perfectamente Aurora, quien al igual que todos estaban seguros de que estaban allí, para pedir la mano de su hermana. Sin embargo, había algo que le molestaba, y no podía descifrar que era. Tal vez, era tener que ver a aquel hombre que se había burlado de ella esta mañana.

Al bajar a la sala, encuentran a los presentes reunidos, tomando té, todos, menos Ares, que está de espaldas, frente a la ventana, observando la calle.

—¡Ya han llegado las niñas!, supongo que ahora si puedo escucharte Ares. —Comenta muy serio, Isaías, mientras Eloise, sonríe desmedidamente, y Jazmine, toma su té, inexpresiva, haciendo acto de presencia para apoyar a su hijo.

Ares se gira de inmediato, y observa a las dos mujeres paradas frente a él.

—Como le dije cuando llegue, señor Isaías, mi intención al venir hoy aquí, en compañía de mi madre, es pedir formalmente la mano de su hija.

—Lo entiendo joven, y agradezco su gesto. ¡Adriana! —Llama a la chica que siente podrá desmayarse de la emoción, en cualquier momento. —Espero la cuide y sepa apreciar joven.

Ares camina en dirección hacia Isaías, mirándolo con frialdad.

—Creo que no me ha entendido bien, señor. Disculpándome de ante mano, por lo que voy a decir, sin intención de menospreciar a nadie. Yo estoy hablando de su hija, su verdadera hija. Aurora… ¡Es a ella a quien quiero por esposa!

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