Bienvenida II
Cuando Charlotte regresó, Ana ya estaba vestida. El cuero se sentía firme, algo pesado al principio, pero cedía con el movimiento. La camisa de algodón era suave y mantenía el calor justo.
-Te queda perfecto -Dijo Charlotte, sonriendo con orgullo. -Sabía que ese corte te sentaría bien.
Ana no respondió; solo asintió, bajando la mirada hacia las hebillas. No sabía en su infancia, pero podía confirmar que ese era el juego de ropa que no estuviese raída o remendada qué usaba en toda su vida adulta. Ropa nueva, solo para ella.
Charlotte empujó la puerta con el hombro.
-Vamos, antes de que cambie el clima. Si nieva otra vez, me niego a quedarme encerrada.
Ana respiró hondo y la siguió.
El pasillo se extendía en línea recta, iluminado por lámparas de aceite que titilaban contra las paredes de piedra. El aire olía a humo y cada paso que daba le recordaba lo ajeno del lugar, si lo estuviera siguiendo a Charlotte se hubiera perdido, doblando al lado equivocado y vagado por