Conoce al Alfa I
Dos días pasaron, dos días en los que no volvió a ver a Charlotte, y la anciana solo entraba para servirle las tres comidas y no hablaba mucho, sólo comentarios sobre su avance y mejora.
Ana pasaba muchas horas durmiendo o mirando por la ventana, estaba acostumbrada a la soledad más no así del aburrimiento, en su cabaña siempre había algo por hacer: leña por cortar, cultivos por cuidar, ropa por lavar o alguna cosa por reparar en la casa. Estar ocupada con los quehaceres era seguramente lo que la había mantenido cuerda en sus años de exclusión.
Se incorporó lentamente, dejando que el aire frío de la habitación le despejara las ideas. Caminó hasta el lavabo y tomó agua entre sus manos, limpió su rostro y desenredó el cabello con sus manos húmedas. En la ventana, el paisaje la recibió con el bullicio de la aldea mientras trenzaba su cabello y tomaba asiento frente a ella.
Bajo ella, la vida se desplegaba en las calles, las personas trabajaban y los niños hacían sus