ALÉRGICO A LA MUERTE

No sé en qué momento perdí la cabeza, o el ‘’juicio’’, como diría mi abuela. Sin embargo, voy consciente de mi loquera mientras me aferro a una botella y a los recuerdos de dos mujeres: la que me dio la vida, y la que endulzó mis días.

Mi nombre lo olvidé hace semanas, meses o años después del borrón y cuenta nueva. Quizás aún no lo olvido, y ni siquiera me doy cuenta. Voy perdido en un mar cuya profundidad desconozco, pero me aferró a la lancha para no correr riesgos.

Ciertos lapsos de lucidez me dicen al oído que no estoy sólo, que a mi lado hay quien perdió la batalla y que juntos jugamos una peculiar partida de demencia bandida. Ni sé, ni me interesa.

Esta mañana recib&iacu

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