LAS DIOSAS DE LA AVENIDA ROSA

Están las vulgares, por no llamarles comunes y restarles mito a sus labores. Ellas se entregan al placer ajeno por mero gusto al dinero, necesidad o amor al arte. Están las encubiertas, que muy distintas no son a las vulgares. Llegaron ocultando su investidura policiaca, mas el tiempo les cambió la cara.

Muchas han muerto en el camino, otras botaron las placas y cambiaron de oficio. Las que se mantuvieron firmes a la causa, fracasaron. Hoy no tienen cabida ni en la mentira ni en la amarga realidad. De más está decir que ellas son las diosas más tristes.

Un buen amigo ha cuestionado ene veces mi manía por divinizarlas. ¿Cómo no hacerlo? -pregunto con desespero- si ellas entregan lo mejor que tienen; la corona íntima a quien ni plebeyo merece ser.

Es molesto

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