Oliver aceptó ir al paseo familiar para poder hablar con Lía y comunicarle que se iba a mudar pronto, le iba a pedir unos días, mientras lograba organizarse y así poder mudarse.
El viaje en auto fue demasiado largo e incómodo. Lía se había sentado en los asientos de pasajeros y estaba pegada a una tableta, dibujando.
La finca quedaba cerca de una quebrada y había una piscina natural a pocos metros de allí. Se respiraba paz.
Los abuelos de Lía eran unos señores sumamente amables que al verlo lo saludaron con alegría. Ya sabían casi todo de él y lo trataban como si siempre hubiera pertenecido a la familia.
Lía se escurrió rápidamente a una habitación y se encerró allí a trabajar. Oliver la siguió con la mirada, preguntándose si tal vez no era del todo un problema con él, sino que a ella le pasaba al