Incluyendo ese rostro frente a ella que se parecía en un 70-80% al de Andrés.
Miguel llevaba puesta una camisa blanca.
Sin corbata, con las mangas arremangadas y un reloj de marca desconocida en la muñeca que parecía tener varios años, con la correa de cuero algo descolorida y deteriorada.
En su rostro lucía su habitual sonrisa amable: —Te vi hace un momento, pero no estaba seguro. ¿Qué haces aquí sola?
—Bajé a... dar un paseo.
Era la segunda vez que se encontraban.
Sonia todavía recordaba la incómoda escena en la casa de los Campos, pero Miguel parecía no darle importancia. Ahora simplemente asintió con seriedad ante las palabras de Sonia: —¿Es así? ¿Ya cenaste? Andrés ha estado en reuniones desde que regresó a la oficina, ¿ha tenido tiempo de atenderte?
Sonia estaba a punto de mentir.
Pero antes de que pudiera hablar, su estómago gruñó.
Miguel claramente lo escuchó y sonrió de inmediato.
Sonia de repente no supo qué decir.
Miguel rápidamente dejó de sonreír: —¿Te llevo a cenar? Conoz