El otro ya estaba impaciente, y al escuchar el sonido de la cerradura, gritó —¡Largo!
Tras ese tajante grito, afuera todo quedó en silencio.
Incluso la persona en sus brazos hizo lo mismo.
Sonia parecía haber comprendido que su resistencia no tenía ningún sentido. La mano que antes estaba contra su pecho cayó lentamente, y hasta las lágrimas en sus ojos desaparecieron en ese momento.
Se recostó poco a poco, mirando hacia arriba la luz blanca del techo, con una mirada completamente vacía.
Después de mirarla un rato, Andrés de repente sonrió —¿Estás muy triste? ¿O te sientes agraviada? ¿Te duele tanto dejarlo?
Estaba sonriendo, intentando parecer sarcástico.
Pero su mano temblaba incontrolablemente.
Era un dolor punzante que surgía desde su corazón, atravesando su sangre hasta llegar a sus dedos.
Sonia no respondió, pero su expresión era evidentemente una confirmación de las palabras de Andrés.
Andrés no pudo evitar reírse —Mmm, parece que es así.
—Bien, les daré otra oportunidad. ¿Qué t