Andrés aún sostenía la toalla en sus manos, sintiendo su suave textura y su tenue fragancia.
Recordando su expresión enfadada, Andrés no pudo evitar sonreír mientras salía con la toalla.
Después de esta interrupción de Andrés, Sonia perdió las ganas de seguir duchándose. Se enjuagó rápidamente y salió con su bata de baño.
Entonces descubrió que Andrés seguía allí, con sus dos maletas descaradamente colocadas junto a sus pies.
El rostro de Sonia se ensombreció al instante.
Antes de que pudiera decir algo, Andrés se adelantó: —Hay cosas allí, no caben.
Sonia frunció el ceño.
Pero pronto recordó que Leandro efectivamente había vivido allí, y cuando se fue, pareció haber dejado algunas de sus pertenencias.
Sonia solo pudo ir a recoger su ropa, preparándose para llevarla a su dormitorio principal.
Pero Andrés volvió a detenerla. —¿Dónde piensas poner estas cosas?
—Obviamente en mi habitación.
—No —respondió Andrés sin pensarlo.
Sonia entrecerró los ojos.
—No tengo muchas cosas, ¿qué tal si