—Mariana, Esteban de verdad te quiere. Lo elegimos tu padre y yo, ¿cómo íbamos a equivocarnos?
Asentí. A lo largo del trayecto, Esteban había sido atento en cada detalle, y yo lo vi todo.
Sin embargo, apenas pensaba en el compromiso de Alejandro Rivas y Lucía Torres, en las felicitaciones que recibían y mientras a mí me señalaban como la ladrona del collar, la amargura volvía a subir a la garganta.
Al final decidí contarles a mis padres todo lo relativo a esa relación.
Alejandro me había cortejado en la universidad, antes de graduarnos ya estábamos juntos.
De su amor de infancia, había oído hablar vagamente, pero nunca vi a Lucía a su lado y no le di importancia.
En su estudio tenía un adorno de cristal sobre el escritorio. Una vez, mientras limpiaba, lo golpeé sin querer. Alejandro se puso en pie de un salto y me apartó.
—De ahora en adelante no entres a mi estudio. No toques nada de aquí.
Su rostro estaba sombrío cuando me habló. Sin embargo, al volverse y tomar la esfera en sus ma